La vejez no dispone, como la juventud, de espontáneas sufragios. Al contrario, el hombre la detesta aunque paradojalmente se obstine en alcanzarla- porque be en ella la imagen de su cruel despojamiento. Sin embargo, como por ley de la naturaleza cada edad tiene sus encantos, no faltan a la vejez los suyos: que en ella, si el cuerpo claudica, entra el alma en el goce de las iluminaciones más altas. Ya lo expresaron, en lejanos tiempos, los estoicos, los peripatéticos, el primer prosista de Roma. Y han de advertirlo siempre quienes posean una intrépida conciencia de la vida.

Talice ilustra semejante privilegio en esta sapiente apología de lo que él llama VEJENTUD y define, por hermosa antítesis de un célebre decir, como HUMANO TESORO, Sénex ejemplar, médico, etólogo, profesor, dirigente universitario, escritor, conferenciante, viajero, golfista, hombre experto y memorioso, bueno y de bien, en estas páginas, substrayéndose a las tentaciones de la especialidad constrictora, se manifiesta para todos. Así ofrece, en lengua cotidiana, para viejos o aspirantes a viejos, un libro infrecuente por el tema, alentador como ninguno y ameno como pocos.

ROBERTO IBÁÑEZ