Obdulio Varela es, ciertamente, tan popular como Gardel, Chaplin o Cantinflas. Sin embargo, ha hecho todo lo posible por permanecer a un lado de las resonancias y los entusiasmos. Tal vez su voluntario ostracismo de años, su carácter severo, su personalidad contradictoria y ese afán por el silencio y la soledad, han contribuido a elevarlo a la jerarquía de leyenda, de mito viviente.
El pueblo le otorgó la propiedad de Maracaná, una de las más extraordinarias proezas deportivas de las que se tenga memoria, aunque él se ha pasado la vida apartando honores y gloria, fama y celebraciones.
Esta no es una biografía. Es la interpretación libre que un periodista ha hecho de ese hombre, sus circunstancias y sus anécdotas. El retrato visceral de una existencia que nos ha influido, de un modo u otro, a todos.
Nada hay aquí de excepcional o escandaloso. Pero probablemente al leer estas páginas comprendamos mejor por qué Obdulio Varela es un símbolo y una parte fundamental de nuestra cultura.
Es una oportunidad -quizás única, irrepetible- de entrar al corazón de alguien que, desde la pobreza y la ignorancia pero con enorme dignidad, rompió todos los esquemas.