De Parte De La Princesa Muerta. Kenizé Mourad.
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Compra usando Mercado LibreKenizé Mourad, cuyo nombre delata su origen oriental, fue periodista en el Nouvel Observateur hasta que decidió indagar en sus orígenes. Sus padres fueron gente singular. El, rajá de la India; ella, sultana turça. Selma, madre de Kenizé, era nieta del sultán otomano Murad V y, al terminar la primera guerra mundial, tenía siete años. Y aquí comienza el cuento de hadas.
De parte de la princesa muerta es la historia de Selma, una historia que parece sacada de un Mil y una noches moderno -con la llegada a Estambul de las potencias victoriosas (Turquía era aliada de Alemania), la revuelta de Kamal Atatürk, la expulsión de la nobleza que se desparrama por todo el Mediterráneo y, particularmente, en un Beirut brillante, bajo una fuerte influencia francesa, escenario de los varios movimientos panárabes.
La segunda parte del libro se desarrolla en el Líbano. Selma llega a la edad de casarse y, después de varias aventuras amorosas frustradas, acepta unirse a un rajá de la India musulmana -en donde tiene lugar la tercera parte del libro, una India atormentada por los movimientos independentistas, la rivalidad religiosa, el pacifismo a ultranza del mahatma Gandhi.
Finalmente, encinta de varios meses y hastiada de la corte del rajá, Selma consigue marcharse sola a París para dar a luz sin peligros clínicos. Y es París el marco de la cuarta y última parte de esta novela apasionante, un París ocupado por los nazis en el que Selma, empobrecida hasta la miseria y acompañada sólo por el viejo eunuco de familia, vive su único gran amor y tiene a Kenizé.
Las costumbres de la corte del sultán, la miseria del imperio otomano, los fastos de la aristocracia turca; la mezcla de razas y lenguas del oriente próximo; el exotismo inverosímil de la India de los elefantes y los harems; la pugna entre sunitas y chiitas; y las calles de París patrulladas por las SS -todo un universo que, en cierto modo, es un trozo crucial de la historia del siglo, se despliega ante la imaginación del lector atrapado por el torrente narrativo de Kenizé Mourad. Pero un hilo conductor una la primera y la última página de la obra: el deseo de emancipación de la mujer Selma, un deseo que, inculcado en ella por su madre desde sus primeros años, literalmente la consume y la lleva a terminar, miserable, sola pero dueña de sí misma, en París.
La emancipación de la mujer, no ya como teoría sino como lucha real; el sufrimiento de la esclavitud no como tema de denuncia sino como experiencia real; el sacrificio por un ideal, verdadero, no retórico sino en los hechos; ese y no otro es el tema de De parte de la princesa muerta.
Pero en este inmenso fresco que es la vida de Selma sultana, se amalgama con asombrosa continuidad lo individual con lo social, lo biográfico con lo histórico, en una novela cuyo fabuloso éxito de público no hace sino confirmar que, por encima de estilos y técnicas narrativas de todo tipo, la literatura que «llega», que hace impacto y perdura, es la qeu responde a dos requisitos: relatar una buena trama y subordinarlo todo al placer de leer.
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