La ropa interior no ha sido tradicionalmente un área de investigación en el campo de la antropología. Sin embargo, nada de lo cultural es ajeno a esta disciplina.
La mirada etnológica -que compara las distintas costumbres y cosmovisiones de los pueblos- ha posibilitado pensar en el doble recorrido del cuerpo femenino vestido y desvestido, así como en la desnudez subyacente a dicha operación. Esta dualidad puede leerse a la vez desde la perspectiva individual y la social. Pero hay más que eso: la comparación de modos de vida en relación con la ropa que va adherida al cuerpo, el pudor y sus tabúes, la seducción y el erotismo, están presentes en este trabajo.
El cuerpo modélico constituye un ideal que ha ido variando según las coordenadas del espacio y del tiempo. Asimismo se ha modificado la concepción y el lugar social de la mujer, aspectos que se reflejan en la indumentaria íntima.
Se ha postulado el uso de la lencería como un capítulo de la dialéctica del adorno corporal; constituye una variante de «lo que se le hace al cuerpo”, junto con otras que incluyen el peinado, el perfume, el tatuaje, el piercing, la cirugía plástica, las escarificaciones y las mutilaciones intencionales.
En la actualidad, y dentro de nuestra tradición cultural, la ropa interior se concibe y se vende para actuar, en tanto que artilugio de seducción, como conjunto de prendas que se visten para ser desvestidas, como emblema de erotismo y como pasaporte a una pretendida sexualidad perfecta.

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