Catalina es una adolescente cuando conoce al general Andrés Ascencio, candidato a gobernador del Estado de Puebla. En poco tiempo se enamoran y se casan.
Paulatinamente, Catalina descubre el lugar que ella, sin experiencia ni madurez, ocupa en la turbulenta vida pública y amorosa del general. Pero Catalina no acepta la forma de vida que se le impone. Ella sigue siendo una criatura apasionada e imaginativa en un contexto social engañoso, donde la mujer representa una figura exquisita, pero marginal.
Y mientras ve de qué manera, a su alrededor, las ambiciones políticas van descubriendo una realidad cada vez más corrupta, Catalina se inicia en el aprendizaje de la vida y de la pasión. Vuelve a amar y es correspondida, vuelve a sentir y recobra la antigua ilusión, la misma que subyace desconsolada en aquel famoso bolero del cual toma su título la novela y que estas páginas recuperan como un ferviente voto de esperanza: ser mujer en un mundo despiadado y sin contemplaciones.