De nuevo Lope de Vega nos acerca su mensaje. Esta vez desde las escenas de Peribáñez y el Comendador de Ocaña. El tema del honor y de su defensa, que desde uno de sus ángulos es también el tema de la libertad, sirve de hilo conductor al drama. La vida campesina, por una paz que acucia al hombre de las ciudades, sujeto al ruido y a la velocidad, es el marco de Peribáñez. En él se mueven personajes que reflejan, en sus modos de expresión, varios niveles de la sociedad. Diestro conductor de psicologías, los actores de Lope saltan de lo cómico a lo trágico, de lo trivial a lo glorioso, en un dinamismo que nos recuerda la propia existencia del autor. Ello otorga a los diálogos un extraordinario movimiento, una sugestión que fuerza al lector. Si la primera prioridad -valga el abundamiento- de una pieza teatral es que mantenga el interés del público, ésta lo consigue en grado absoluto. Dicha excelencia y sus otros valores literarios y psicosociológicos llevaron a esta reimpresión, cuyo estudio preliminar y notas críticas le conceden una utilidad suplementaria.