Para el doctor Bruno Bettelheim -el psicólogo infantil más importante de nuestro tiempo- educar a un hijo es una experiencia apasionante, creativa, un arte más que una ciencia que no necesita de reglas complicadas y sólo exige de los padres flexibilidad y sensatez. Estos no deben ceder al deseo de «construir» el niño que a ellos les gustaría tener, sino que deben ayudarle para que se desarrolle plenamente y llegue a ser lo que él quiera y pueda; deben adaptarse continuamente a las respuestas de sus propios hijos y esforzarse en comprender sus distintas motivaciones, sobre todo en las áreas típicamente conflictivas (los resultados escolares, la disciplina, los castigos, el juego como competición o como medio de aprendizaje y expresión).
En resumen, los padres han de llegar a establecer una relación que sea, al mismo tiempo, beneficiosa para ellos y para sus hijos, y desarrollar un gran sentimiento de seguridad sobre su función.