Desde entonces mi niña guarda la piedra de Pulgarcito bajo la almohada. -Para que papá -dice- encuentre el camino de regreso a casa.

«Cuentos para las lágrimas de una niña” y «El planeta de color naranja» son dos relatos protagonizados por niños. Ellos tienen algo en común: sus respectivos padres son prisioneros de la dictadura militar uruguaya de los años setenta. Estos chiquitos consiguen romper las ataduras que impone la realidad y son los que dejan, como los personajes de los cuentos infantiles, piedritas a su paso, para que sus mayores encuentren el camino de vuelta a casa.

Con su capacidad para forjar personajes que desbordan ternura, Mauricio Rosencof demuestra que existe una imbatible manera de evadirse de cualquier prisión. La cálida comunicación humana que libera se genera cada vez que alguien le relata un cuento a otro. Así se establece un vínculo afectivo, el mismo que se ha venido transmitiendo de generación en generación, y que se remonta al mágico poder de convocatoria de antiquísimas leyendas contadas alrededor de las primeras hogueras.