Estrenada en 1934 por Margarita Xirgu, Yerma es el producto de un feliz período creativo: en ella -como en Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba- el poeta consigue esa plenitud expresiva, homogénea y compleja, en la que pasión y sueño, realidad y transfiguración de la realidad, se funden en un desgarrado lirismo acechado por la tragedia. Poeta en Nueva York, fruto de un viaje llevado a cabo entre 1929 y 1930, es obra póstuma, editada en 1940: obra de ruptura y cambio, casi como si el éxito del Romancero hubiese provocado en García Lorca oscuros desalientos y una necesidad de renovación. Y, de hecho, aquí renueva y amplía su voz para exasperar la tensión imaginativa de la palabra al descubrir el rostro inhumano de la civilización técnico-capitalista. Pocas veces se ha nombrado con tal intensidad la miseria anónima de la ciudad terrible, el desarraigo de las estirpes, el dolor insomne, la viscosa angustia de la inadaptación y la nostalgia.