La Condena. Franz Kafka.
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Compra usando Mercado LibrePara el lector castellano familiarizado con la parte más evidente de la obra de Kafka -El Proceso, América, El Castillo y algunos cuentos de Un Médico Rural- este volumen ofrece tres sorpresas: el estilo de las tres críticas, el estilo de los fragmentos de Descripción de una Lucha, y el estilo de los poemas en prosa de Contemplación. Para el lector no familiarizado con nada, también ofrece una sorpresa, pero ésta es impredecible.
Las críticas representan tal vez un ejemplo inventado por Kafka del tipo de crítica que escribiría un joven genial que no ha escrito nunca críticas y que sobre todo no las ha leído. En la primera se permite lo que por cobardía los críticos convencionales se prohiben: hablar apasionadamente mal y bien de la misma novela. En la segunda elogia un libro porque es barato, en la tercera una revista que parece una piedra.
Los dos diálogos del relato inconcluso muestran: a) el avanzado surrealismo de Kafka en su juventud, que lo certifica cofundador de una variedad literaria, más tarde y por desgracia propicia a los ineptos; b) su peculiar condición de poeta.
Las páginas en prosa de Contemplación son consecuencia de estados de ánimo semejantes a los que provocaron los análogos fragmentos de Baudelaire, y como éstos recuerdan la intención de Aloysius Bertrand; una idea pensada por exceso de soledad, que exige ser escrita para dejar de ser vislumbrada, y que el escritor conforma no para comunicarla sino para recordarla; un recurso de poeta lírico: hacer algo agradable con su tristeza o sus inconvenientes, para que dejen de ser tristeza e inconvenientes.
Kafka es un Giotto de la prosa y en sus últimas obras parece emerger de la tradición bizantina; pero en las primeras se deduce de los alemanes, de quienes hereda un aire de ensueño laboriosamente racionalizado a medida que pasa el tiempo. En la época de La Transformación era todavía romántico, en los cuatro cuentos de Artista del Hambre había llegado finalmente a sustituir la actitud poética por la actitud filosófica. Solía construir sobre una cosa, escamotear la cosa y seguir construyendo, lo que exigía destreza. Por ejemplo en Josefina la Cantora conjeturamos que Josefina no canta sino emite vagos chillidos, que estos chillidos son a menudo inaudibles, pero su canto no nos parece menos interesante y discutible.
El deseo de haber conocido a Kafka, que tantos pudieron materialmente satisfacer, pero no lógicamente sentir, ya que Kafka publicaba tan poco y vivía con tanta modestia, se volverá sin duda casi insostenible para el lector de estas sus obras autorizadas, donde ni el más mínimo desorden recuerda las otras, las que él mandó destruir.
J. R. WILCOCK.
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