Adolfo Wasem, el Nepo, uno de los nueve rehenes tupamaros soportó, a lo largo de doce años, terribles condiciones de prisión; aislado de todo, sin lecturas, muchas veces encerrado bajo tierra en estrechos y húmedos calabozos. En esas condiciones tuvo que enfrentar, prácticamente sin apoyo médico, el cáncer que lo llevó a la muerte. Las cartas aquí reunidas, período 1982-84, muestran sin embargo la lucidez y entereza con que enfrentó ese destino: padre sensible, exigente y entrañable, en las cartas al hijo; militante lúcido e íntegro en los textos clandestinos que envió a sus compañeros presos; precisamente en solidaridad con ellos realizó una épica huelga de hambre cuando ya estaba muy debilitado y sabía que su vida se extinguía.

Pero también estas cartas son una forma de recuperar, como dice Mauricio Rosencof en el prólogo, «…aquel muchacho de ojos vivos y bien peinado, que tanto podía exponer con clara locuacidad cualquier problema político como capitanear, pistola al cinto, las más riesgosas de las empresas».

Junto a este puñado de cartas se incluyen los testimonios de Sonia y Adolfo, esposa e hijo, Henry Engler, Manera Lluveras y el citado Mauricio Rosencof.